
Una aventura espacial
Tras el inesperado éxito de Las aventuras de Tadeo Jones –que obtuvo una impresionante recaudación en España superior a los 15 millones de euros– el equipo liderado por el director Enrique Gato y el guionista Jordi Gasull, bajo la producción de Mediaset y Telefónica, entregan cuatro años después Atrapa la bandera, un film muy meritorio llamado a convertirse en uno de los referentes de la animación española. Desde luego, la película supone un paso adelante considerable en cuanto a calidad con respecto a su precedente y todo apunta a que podemos estar ante un tándem creativo que puede dar mucho que hablar en el futuro. Mike es un intrépido chaval de doce años, al que le gusta vivir aventuras arriesgadas, junto a su amigos Amy y Marty. El padre de Mike es astronauta de la NASA y su abuelo también lo fue, aunque ahora vive retirado en una residencia y apenas mantiene contacto con su familia. Algo sucedió en el pasado que Mike no acierta a comprender. Ahora, cuando un millonario texano llamado Richard Carson decide hacer creer al mundo que la llegada a la luna del Apolo XI en 1969 fue un montaje y se descubre que desea robar la bandera que depositaron allí los norteamericanos, la NASA decide adelantarse y el padre de Mike es nombrado jefe de una nueva expedición espacial. Sin embargo, por una serie de contratiempos y casualidades serán Mike, su abuelo Frank, su amiga Amy y la mascota Igor quienes puedan malbaratar los planes del malvado Carson. Lo primero que salta a la vista en Atrapa la bandera es su “look” yanqui y su intención de ofrecer una película destinada a un público lo más internacional posible. Cualquier referencia a su país de producción, España, sencillamente no existe y los personajes, la ambientación y la historia pertenecen al imaginario del más puro cine de Hollywood. Por otro lado, la estrategia a la hora de escribir la historia y crear a los personajes es claramente el cine estadounidense, de ahí sus referencias a filmes como Space Cowboys y sus clarísimos modelos al concebir los personajes: el carácter del abuelo Frank recuerda al célebre Sr. Fredricksen de Up; la madre de Mike rememora a la Elastigirl de Los increíbles; la hermana pequeña, Tessa, resulta casi clavadita a la Boo de Monstruos S.A. o a la Agnes de Gru. Mi villano favorito... Aunque lógicamente se pueda achacar en este sentido cierta falta de originalidad, no cabe duda de que lo que ya funcionó con Tadeo Jones es un camino seguro hacia el éxito y que si se desea ofrecer un producto de calidad más vale aprender de los maestros. Y en este sentido, resulta tremendamente gracioso y audaz el homenaje que se hace al director Stanley Kubrick, un simpatiquísimo guiño para los más cinéfilos. Visualmente la película está muy cuidada y se nota que Enrique Gato y su equipo han contado con un presupuesto más holgado. Ya sólo el prólogo sitúa la calidad de la animación a buena altura, en un nivel muy superior al acostumbrado en España, pero también funciona fenomenal la larga secuencia del asalto a la residencia. Y el director se encarga de planificar con mucho esmero y sobre todo de mantener un excelente ritmo que no decae ni un minuto y que hace posible lo más importante: entretener sin pausa. Quizá, es cierto, podría haberse pulido más la gestualidad de los personajes, los matices, así como equilibrar algo más la presencia de algunos de ellos en pantalla: se echa de menos por ejemplo más protagonismo materno o mayor sentido en los gags de la hermanita Tessa. Por contra, sí se consigue que la continuada presencia de la mascota –el lagarto Igor en este caso– no resulte cargante, sino divertida, algo difícil y que suele ser un lastre en este tipo de filmes. Aunque destinada eminentemente a un público infantil, hay en la historia concebida por el también productor Jordi Gasully el resto de los guionistas cuestiones de calado, de esas que no pasan de moda y que él guión enaltece e incorpora con optimismo. Se trata así con realismo la dificultad de las relaciones familiares, desencuentros entre padres e hijos que pueden durar toda una vida; y de ahí la importancia capital de no rendirse a la hora de luchar por la ansiada reconciliación. La amistad es otro tema clave, así como la necesidad de colaboración para llevar a cabo un objetivo común, en clara consonancia con la misión que cada uno ha de desempeñar en esta vida.